NO SIEMPRE SE RESISTE EL DOLOR.
Siempre que se presenta un grave padecimiento hay que considerar que las potencias humanas permiten resistir hasta un grado muy alto de intensidad.
Se puede sobrevivir al dolor y tener esperanza en superarlo gracias al cuidado de los hombres y al progreso de la ciencia.
Ningún ser humano sufriente o padeciente está eximido de hacer el bien, por causa de sus dolores, salvo que se sobrepase el límite de su sostenibilidad individual.
El sentido universal de la totalidad mundana, proviene del entendimiento de que la permanencia del dolor es inútil en sí, por lo que se hace preciso, la toma de decisiones y la elaboración de acciones para erradicarlo de la esfera vital humana.
El sentido universal de la totalidad mundana, proviene del entendimiento de que la permanencia del dolor es inútil en sí, por lo que se hace preciso, la toma de decisiones y la elaboración de acciones para erradicarlo de la esfera vital humana.
A partir de ese momento la creación del universo, vuelve a tener sentido y el ser humano se destinará a confeccionarla y llevarla a sus fines extradivinos.
Existe en la intraconciencia del ser humano un mecanismo emocional atávico, por el cual los individuos transfieren sus apesadumbramientos hacia los semejantes mas débiles, proyectándoles sus culpas y agresiones.
Así se muestra en el relato bíblico, que los amigos de Job sean los mas profundos defensores de la idea que el dolor proviene de una causa generada por el sufriente. Porque con este principio argumental ellos se liberan de sus cargas culpables al no estar en la situación declinante de Job.
A ellos no les va a suceder eso porque cumplen con los rituales externos a la naturaleza y porque ya que el Señor de las causas le ha enviado el mal a Job, ellos se han librado de ese reparto en la lotería del sufrimiento. Ellos agreden y disfrutan culpabilizando al hombre caído y así fortalecen el argumento de “El que la hace la paga” y de esta manera salen del enigma aterrador de entender que el sufrimiento proviene del azar. De la actuación caprichosa de un ángel imbécil, que es indominable en sus quiméricas motivaciones por los artificios humanos.
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